Hace un año paseaba por el parque Riverside de Nueva York, recordando a Lorca.
Me encantan los árboles y observar el lenguaje de sus hojas caídas en otoño. A veces se forman unos collages de bonito colorido en el suelo.
No pude resistirme y recogí algunas de ellas. Nunca sé quién es quién, pero no importa su nombre y apellido, cada una es y tiene su historia.
Las guardé entre unas hojas de papel y después de un año conmigo en la isla, las he sacado de su encierro. Su color y textura han cambiado, ahora son aún más frágiles.
Quiero que sigan conmigo, como un recuerdo de aquel caminar una mañana de otoño por un parque de una gran ciudad y que en otro tiempo paseó un gran poeta.
Las quiero arropar con suave fieltro, envolverlas con delicado mohair…
Tras el reencuentro, estamos conociéndonos, a la espera del momento adecuado para que mis manos conecten las diferentes materias. Mientras, les leo poemas en voz alta.
He vuelto a viajar al Kailash, pero esta vez a través de la lectura, con las palabras y vivencias de Colin Thubron en su libro “Hacia una montaña en el Tíbet”.
Un maestro de mediana edad, nacido en la provincia de Humla, le cuenta:
Leyéndole he sabido que la ciudad de Taklakot fue la capital del reino tibetano independiente hace mil años. Y que los tibetanos drokpa de la región intercambiaban lana y sal.
Esta es una foto que hice al monte Kailash (6.714m) en 2011. En tibetano se le llama Kang Rinpoche, preciosa joya de nieve.
Y la de unos animalillos muy especiales al inicio del kora.
Si te apetece viajar al Tíbet a través de mis fotos, puedes recorrer mi álbum. Te podrás encontrar por el camino algunos compañeros de viaje que reconocerás enseguida.